Ñu en La Riviera – Crónica visual del Concierto Definitivo
Hay noches que uno guarda para siempre en la memoria. Y no solo por las fotos que se llevan a casa, sino por la sensación de haber sido testigo de algo que va más allá de un concierto. Así fue el 17 de febrero de 2018, en La Riviera de Madrid. Ñu firmaba su “Concierto Definitivo”, una cita histórica con la que querían dejar constancia de su legado en formato CD y DVD en directo. Y yo tuve la suerte de estar allí, cámara en mano, atrapando cada acorde, cada rugido de José Carlos Molina, y cada ráfaga de luz sobre una banda que, más que tocar, incendia el escenario.
Desde mucho antes de que se apagaran las luces, se respiraba algo especial en el ambiente. La Riviera, hasta la bandera, rugía de expectación. Ñu no es una banda cualquiera; es un pedazo vivo de la historia del rock español, un grupo pionero que desde los años 70 ha mezclado sin miedo el rock progresivo, la música medieval, el hard rock y hasta la flauta travesera, en una fórmula que solo ellos han sabido mantener tan salvaje como coherente.
Y Molina… qué decir de Molina. Carismático, feroz, imprevisible, entra al escenario como un vendaval. No canta, lanza las canciones. No dirige la banda, la arrastra con él como un ciclón. Durante más de dos horas y media de concierto, el repertorio repasó todas las épocas del grupo: desde los clásicos más setenteros como “Más duro que nunca”, “Preparan” o “Tocaba correr”, hasta temas más recientes. Todo sonó como una declaración de principios, un golpe sobre la mesa para dejar claro que Ñu sigue tan vivo como en sus años más rabiosos.
Se habló mucho en los días previos de los invitados especiales que acompañarían la cita. Algunos no fallaron, como los músicos que han formado parte de distintas etapas del grupo a lo largo de los años. Otros, como el esperado Youenn Le Berre, flautista de Gwendal, finalmente no pudo acudir por motivos personales. Fue una ausencia sentida —al menos para los que conocíamos el trasfondo—, pero la intensidad de la noche no se resintió. Ñu, como siempre, supo sacar adelante la tormenta con su fuerza habitual.
La puesta en escena fue sobria pero efectiva. Lo importante era la música, el legado. La banda sonó compacta, poderosa, con una mezcla entre precisión y locura que es marca de la casa. A nivel técnico, todo funcionó como un reloj, lo cual no es poco cuando tienes que grabar audio y vídeo en directo, con un repertorio tan exigente y un líder tan visceral.
Para mí, detrás del objetivo, fue uno de esos conciertos en los que las fotos casi se hacen solas. Cada gesto, cada pose de Molina con la flauta en alto, cada mirada entre los músicos, tenía algo de ceremonia. De cierre de ciclo. Pero también de renacimiento.
No sé si fue el concierto definitivo. Quizá para Ñu, sí. Pero para los que estuvimos allí, fue una noche irrepetible. De esas que, como fotógrafo y amante del rock, sabes que vas a llevarte contigo siempre.

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