(9 de agosto de 2025)
El 9 de agosto, la villa de Cortegana se llenó de historia, música y miles de visitantes que acudieron —como cada año— a sus renombradas Jornadas Medievales, donde el Festival Internacional Sierra Celta es el corazón de las noches de verano. Allí, a los pies del Castillo, fui testigo y fotógrafo de una velada mágica: en la Morada del Son Celta, primero BATEA, desde Vigo, y luego AKAB, desde Estrasburgo, lideraron una fiesta irrepetible.
Mi preferencia, quizá por su autenticidad gallega y como cronista y fotógrafo es clara: BATEA fue, para mí, el alma del festival. La banda viguesa encendió la noche con su inconfundible mezcla de folk gallego y actitud rock. Fundada en 2020 y formada por músicos curtidos en los escenarios, BATEA demostró sobre el escenario que la tradición puede ser vibrante, que Galicia suena tanto a asfalto como a piedra y mar, (y mejillones).




El directo de Chema Alonso (gaita), André Taboada (violín), Iván Martínez (batería), Roberto González (guitarras), David Oitabén (flauta) y David Casal (bajo) fue un despliegue de poder y elegancia, potenciado, como no, por la maestría de Marcos Valles, que manejó el sonido como suele ser habitual en él. Vi, a través del objetivo, cómo la gaita dialogaba con la guitarra eléctrica; cómo el violín y la flauta encendían el aire mientras la base rítmica hacía irresistible el ir a bailar.


Fue especialmente emocionante captar la química entre sus miembros: miradas cómplices, sonrisas y una energía colectiva que no dejó indiferente a nadie. El público, que llenaba la explanada junto al castillo, vibró y saltó como una marea en pleno Atlántico. BATEA no solo hizo sonar a Galicia, sino que regaló futuro a la música folk-rock.
Después de BATEA, AKAB subió al escenario para reclamar su espacio con fuerza. La banda francesa, referencia en punk-rock celta, demostró por qué sus directos son sinónimo de fiesta y reivindicación. El público, aún encendido por la descarga gallega, se sumó a la propuesta festiva de los de Estrasburgo, que fusionan riffs punk y melodías irlandesas para crear una fiesta colectiva.




La música de AKAB suena a taberna, a “mosh pit” que no es ni mas ni menos que una zona donde los asistentes bailan de forma enérgica, saltando, empujándose y chocando entre sí.
La villa medieval de Cortegana se transformó gracias a la música celta y el bullicio de miles de visitantes. El mercado, los puestos y las actividades históricas envolvían las calles y el recinto del castillo en un ambiente único, donde las leyendas gallegas y el pulso punk se mezclaron bajo la luna andaluza. La edición de este año, con más de 60,000 asistentes a lo largo de sus jornadas, demostró que Cortegana sigue siendo referencia nacional en cultura y ambiente festivo.




Como crítico y fotógrafo, busco siempre ese momento en el que la música se convierte en imagen, en emoción visible. BATEA me lo puso fácil: cada arranque de energía, cada gesto de complicidad, cada arrastre de la gaita sobre el bajo eléctrico era materia fotográfica pura. Me llevo de esta noche la certeza de haber presenciado a una banda que respira futuro y tradición, y la felicidad de haber capturado ese instante en el que Galicia ardió en Andalucía.
El Festival Sierra Celta no solo celebra la música: nos recuerda la fuerza de la cultura viva y el poder de la emoción colectiva. BATEA, para mí, fue el grupo que marcó la diferencia y el que quiero seguir viendo brillar.
Así se vivió, y así lo fotografié: la noche en la que Galicia y Estrasburgo hicieron bailar a Cortegana, y en la que, sin lugar a dudas, la batea gallega navegó más alto que nunca.


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